Educado en Roma con los mejores maestros de la época, pronto destaca por su gran inteligencia. Siendo catecúmeno, se deja arrastrar en alguna ocasión por las malas influencias del ambiente, mas movido por la gracia, al terminar sus estudios, recibe el Bautismo. Renuncia a los caminos de gloria humana que le brindaba su dominio de los clásicos latinos y se entrega al estudio de la Palabra divina y a una vida de intenso ascetismo.
Después de una etapa viajera se traslada al desierto de Calcis. «Oh soledad dichosa, exclama, si tu padre para detenerte se tiende en el umbral de tu puerta, pasa por encima de él» (Carta a Heliodoro). Allí el santo anacoreta, entregado de lleno a la oración y el ayuno, se ve envuelto en un mar de tentaciones. Pero sale triunfante de ellas y con la virtudes más acrisolada, «...porque fiel es Dios que no permite que seamos tentados sobre nuestras fuerzas» (1 Cor. 10, 13).
Leer Mas...