En el monasterio de la Santísima Trinidad, en la región de Moscú, en Rusia, san Sergio de Radonez, quien, elegido como hegúmeno o abad, propagó la vida eremítica y cenobítica que él había practicado primero, y además, como hombre de carácter afable, fue consejero de príncipes y consolador de fieles cristianos.
Canonizado por el papa Nicolás V en 1449 quien, al proclamar sus virtudes, se hizo eco de la veneración que ya recibía y continúa dispensándole en Rusia, país del que fue originario y del que es su patrón. Nació en Rostov al inicio del siglo XIV en año impreciso; el arco fijado por diversas fuentes que incluyen fechas distintas se halla entre 1312 y 1322. Fue bautizado con el nombre de Bartolomé. Consciente de su dificultad para el aprendizaje, oraba a Dios para que abriese su mente. En medio de un hecho prodigioso que le aconteció, a través de un monje recibió la gracia solicitada. Su temprana vocación a la vida monástica no obtuvo la aprobación de sus padres que se mantuvieron firmes en su disconformidad hasta poco antes de morir, cuando él había entrado en la veintena. Entonces, junto a Esteban, su hermano mayor que compartía el mismo ideal, dejó la casa paterna y herencia en manos del benjamín y se dispuso a cumplir su sueño. Ambos eligieron como morada un lugar recóndito del bosque cercano al río Conchúry. Allí pusieron el signo monástico erigiendo una Iglesia y una humilde celda que dedicaron a la Santísima Trinidad; fue bendecida por el sacerdote Feognósto.
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