Nuestra Señora, la Virgen del Rosario
Memoria de la Santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquella que estuvo especialmente unida a la Encarnación, Pasión y Resurrección del Hijo de Dios.
El Rosario es una serie de 150 avemarías repartidas en decenas; cada una de las cuales comienza por un padrenuestro y termina con un gloria. Los fieles honran durante el rosario a Cristo y a su Santísima Madre y meditan sobre los quince principales misterios de la vida de ambos, de suerte que el rosario es una especie de resumen del Evangelio, un recuerdo de la vida, los sufrimientos y la glorificación del Señor y una síntesis de su obra redentora. Si se sigue la propuesta del papa Juan Pablo II, se debe agregar a estos quince los cinco «misterios de la luz», que añade al conjunto cinco aspectos «sacramentales» (el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná, la proclamación del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía). El cristiano debería tener siempre presente esos misterios, rendir a Dios un homenaje de amor perpetuo, alabarle por cuánto sufrió por él, y regular su vida y moldear su alma con la meditación de los misterios del rosario. Precisamente ese rezo es un método fácil y adaptable a toda clase de personas, aun a las menos instruidas, y una excelente manera de ejercitar los actos más sublimes de fe y contemplación. Todo el Evangelio está contenido en el padrenuestro, la oración que el Señor nos enseñó, y quienes lo han penetrado a fondo no pueden cansarse de repetirlo; en cuanto al avemaría, toda ella está centrada en el misterio de la Encarnación y es la oración más apropiada para honrar dicho misterio. Aunque en el avemaría hablamos directamente a la Santísima Virgen e invocamos su intercesión, esa oración es sobre todo una alabanza y una acción de gracias a su Hijo por la infinita misericordia que nos mostró al encarnarse.