En la localidad de Eu, en Normandía, tránsito de san Lorenzo O'Toole, obispo de Dublín, que entre las dificultades de su tiempo promovió valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz entre los príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar a Enrique, rey de Inglaterra, consiguió los gozos de la paz eterna.
Lorenzo O'Toole nació en 1128, probablemente cerca de Castledermont, en Kildare, Irlanda. Era hijo de Murtagh, reyezuelo de los Murrays. Cuando Lorenzo tenía diez años, el rey de Leinster, Dermot McMurrogh, hizo una incursión en el territorio de Murtagh y se llevó al pequeño Lorenzo como rehén. Durante dos años, el niño sufrió muchos malos tratos, en una región pedregosa y árida de las cercanías de Ferns, hasta que su padre tuvo noticias de la triste suerte de su hijo y obligó a Dermot, con amenazas y actos de represalia, a que confiase a su hijo al cuidado del obispo de Glendalough. Murtagh fue personalmente a ver al obispo y le pidió que echase suertes para saber cuál de sus cuatro hijos debía consagrarse a Dios. Pero Lorenzo soltó la risa y dijo: «No hay necesidad de echar suertes, porque yo deseo que mi herencia consista en servir a Dios en su Iglesia». Entonces su padre le tomó de la mano y le entregó al obispo, como señal de que le consagraba a Dios.