San Nicolás, obispo de Mira, en Licia, famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia.
La gran veneración que se ha profesado al santo durante tantas generaciones y el número de iglesias y altares que se le han dedicado en todas partes, son el mejor testimonio de su santidad y de la gloria de que goza con Dios. Según se dice, nació en Patara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor. La capital, Mira, próxima al mar, era una sede episcopal. Cuando quedó vacante, Nicolás fue elegido obispo y allí se hizo famoso por su extraordinaria piedad, su celo y sus sorprendentes y numerosos milagros. Los relatos griegos sobre su vida afirman que estuvo encarcelado por la fe y la confesó gloriosamente, al fin de la persecución de Diocleciano. San Nicolás asistió al Concilio de Nicea, donde se condenó al arrianismo. El silencio que guardan algunos autores sobre estos datos los hacen sospechosos. El santo murió en Mira y fue sepultado en su catedral.
Este conciso resumen de Alban Butler nos dice cuanto se sabe sobre la vida de san Nicolás y poco más. En realidad, lo único que parece seguro es que fue obispo de Mira en el siglo IV. Sin embargo, no escasean los materiales biográficos, como la biografía que se atribuye a san Metodio, patriarca de Constantinopla, quien murió el año 847. Pero el biógrafo afirma que «hasta el presente, la vida de este distinguido pastor ha sido desconocida para la mayoría de los fieles» y, en consecuencia, trata de llenar esa laguna, casi cinco siglos después de la muerte del santo. Dicha biografía es la más fidedigna de las fuentes «biográficas», sobre las que se ha escrito mucho, desde el punto de vista crítico y desde el expositivo. La fama de que ha disfrutado san Nicolás durante tantos siglos, exige que hablemos sobre estas leyendas.