En Selz, cerca de Estrasburgo, en la Lotaringia, santa Adelaida, emperatriz, que se distinguió por mostrar hacia los familiares una gran alegría, hacia los pobres una infatigable piedad, y una abundante generosidad en honrar las iglesias.
El año 933, Rodolfo II, de la Borgoña superior, concluyó un tratado con Hugo de Provenza. Ambos príncipes habían luchado hasta entonces por la corona de Italia (Lombardía). Una de las cláusulas estipulaba que la hija de Roberto, Adelaida, que entonces tenía dos años, debía contraer matrimonio con Lotario, hijo de Hugo. Catorce años más tarde, Conrado de Borgoña, hermano de Adelaida, hizo poner la cláusula en ejecución. Para entonces, Lotario era ya nominalmente rey de Italia; pero el poder estaba realmente en manos de Berengario de Ivrea. La pareja tuvo una hija, Ema, que más tarde se casó con Lotario II de Francia. Lotario de Italia murió el año 950. No es imposible que haya sido asesinado por su sucesor, Berengario. Este trató de obligar a Adelaida a contraer matrimonio con su hijo. Como ella se negase, la trató brutal e indignamente y la encarceló en un castillo del Lago de Garda. Por entonces Otón el Grande, de Alemania, invadió el norte de Italia para restablecer el orden, y derrotó a Berengario. Adelaida fue puesta en libertad, o, como dicen otros, escapó de la prisión y fue a reunirse con Otón. Para consolidar su autoridad en Italia, Otón contrajo matrimonio con Adelaida, que era veinte años más joven que él, el día de Navidad del año 951, en Pavía. Tuvieron cinco hijos. Ludolfo, hijo del primer matrimonio de Otón, que estaba celoso de la influencia de su madrastra y de sus hermanastros, encabezó a todos los descontentos y rebeldes. Pero la buena y graciosa Adelaida se ganó pronto el cariño de los alemanes. Otón fue coronado emperador en Roma el año 962. No sabemos nada sobre la vida de Adelaida en los siguientes diez años, hasta el 973, cuando murió su esposo y ascendió al trono su hijo mayor.
Las dificultades se repitieron el año 983, a la muerte de Otón. Como Otón III era todavía un niño de brazos, Teófana asumió la regencia. Teófana tenía el sentido político de las grandes princesas bizantinas y, en ese aspecto era muy superior a santa Adelaida, quien volvió a abandonar la corte. Pero Teófana falleció súbitamente el año 991, y la anciana emperatriz asumió entonces la regencia. Aunque su consejero era san Wiligis de Mainz, la regencia era una tarea demasiado pesada para su temperamento apacible. La santa había sabido durante toda su vida perdonar generosamente a sus enemigos y había sido dócil a la dirección sucesiva de san Adalberto de Magdeburgo, san Máyolo y san Odilón de Cluny. Este último la calificó de «maravilla de belleza y de gracia». Santa Adelaida fundó y restauró varios monasterios de monjes y de religiosas y se mostró particularmente solícita por la conversión de los eslavos, quienes-turbaron los últimos años de su regencia con sus incursiones por la frontera oriental del Imperio. Santa Adelaida regresó finalmente a Borgoña. La muerte la sorprendió en un monasterio que había fundado en Seltz, a orillas del Rin, cerca de Estrasburgo, el 16 de diciembre de 999. Aunque la santa no ha sido nunca canonizada formalmente, aunque fue invocada como santa ya por el papa Urbano II en 1097, y su fiesta se celebra en varias diócesis de Alemania y de otros países.