En la región de Baviera meridional, san Virgilio, obispo, hombre doctísimo nacido en Irlanda, que con el apoyo del rey Pipino se puso al frente de la Iglesia de Salzburgo, donde construyó la catedral en honor de san Ruperto y se dedicó gozosa y felizmente a propagar la fe entre los carintios.
San Virgilio era irlandés (llamado Feargal o Ferghil). En los «Anales de los Cuatro Maestros» y en los «Anales de Ulster» se dice que fue abad de Auhaboe. Hacia el año 743, emprendió una peregrinación a Tierra Santa, pero se detuvo dos años en Francia y no llegó más allá de Baviera. Allí, el duque Odilón de Baviera le nombró abad de San Pedro de Salzburgo y administrador de la diócesis. El obispo del lugar, que era también irlandés, se encargaba de los ministerios propiamente episcopales, en tanto que san Virgilio se reservaba la predicación y la administración. Así lo hizo hasta que sus colegas le obligaron a aceptar la consagración episcopal. En cierta ocasión, encontró a un sacerdote que sabía tan poco latín, que ni siquiera pronunciaba correctamente la fórmula del bautismo. San Virgilio, basándose en que el error era accidental y no de fe, decidió que no era necesario repetir los bautismos administrados por dicho sacerdote. San Bonifacio, quien era entonces arzobispo de Mainz, desaprobó el veredicto de san Virgilio. Entonces, ambos santos apelaron al papa san Zacarías, el cual confirmó la opinión de Virgilio y se mostró sorprendido de que Bonifacio la hubiese combatido.
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San Virgilio reconstruyó en grande la catedral de Salzburgo, a la que trasladó el cuerpo de san Ruperto, fundador de la sede. El santo bautizó en Salzburgo a dos duques eslavos de Carintia y, a petición de ellos, envió allá al obispo san Modesto y a otros cuatro predicadores, a los que siguieron más tarde otros misioneros. El propio San Virgilio predicó en Carintia hasta las fronteras de Hungría, en la región en que el Drave se une al Danubio. Poco después de regresar a su diócesis, cayó enfermo y murió apaciblemente en el Señor el 27 de noviembre de 784. Fue canonizado en 1233. Su fiesta se celebra en Irlanda y en ciertas regiones de Europa Central, donde se le venera como el apóstol de los eslovacos.