Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
El presente artículo se refiere a la celebración de «Los siete dolores de la Virgen María», que era el nombre de esta fecha litúrgica en el calendario anterior a la última reforma. Pareció interesante conservar su contenido, para tener un acercamiento a la historia de la celebración, pero debe tenerse presente que en la liturgia actual tiene rango de memoria, y por tanto las antífonas ya no corresponden al contenido de la conmemoración, sino que son las que tocan en el día correspondiente; asimismo los textos que se refieren específicamente a los dolores de la Virgen, tanto en la misa como en el oficio del día, están centrados exclusivamente en la Pasión, mientras que la celebración los «siete dolores» tal como se los ordena aquí, ha permanecido sólo como devoción popular.
Por dos veces durante el año, la Iglesia de occidente conmemora los dolores de la Santísima Virgen María: el viernes de la semana de Pasión, llamado Viernes de Dolores, y también en el día de hoy, 15 de septiembre. La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y otras partes de Europa en el siglo XV. Por entonces, se la llamaba Memoria de los Sufrimientos y Penas de la Santísima Virgen María y se dedicaba especialmente a los sufrimientos de Nuestra Señora en el curso de la Pasión de su divino Hijo. Cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia occidental, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la misa y del oficio de la Crucifixión del Señor y, la conmemoración se llama todavía en algunos calendarios «Compasión de Nuestra Señora», así como en muchos lugares, antes del siglo XVIII.
Leer Mas...
-La profecía de San Simeón. «Había un hombre llamado Simeón que era justo y piadoso; y le dijo a María: Una espada de dolor traspasará tu alma.»
-La Huída a Egipto. «Levántate, toma al Niño y a su Madre, huye hacia Egipto y quédate allí hasta que yo te lo diga.»
-El Niño Jesús perdido durante tres días. «Hijo, ¿por qué has hecho esto con nosotros? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
-La dolorosa marcha hacia el Calvario. «Él avanzó cargado con la cruz. Y le seguía una gran multitud del pueblo y una mujer que lloraba y se lamentaba por Él.»
-La Crucifixión. «Y cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, lo crucificaron allí. A los pies de la cruz de Jesús estaba su Madre."
-El descendimiento de la cruz. «José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús. Y al bajarlo de la cruz, lo depositó en los brazos de su Madre.»
-La Sepultura. «¡Qué gran tristeza pesaba sobre tu corazón, Madre de los dolores, cuando José lo envolvió en lienzos finos y lo dejó en el sepulcro.»
Mucho se ha escrito sobre la gradual evolución de estos siete dolores de Nuestra Señora, pero de ninguna manera, se ha agotado el tema. Una de las contribuciones más valiosas para esta historia es la de un artículo que aparece en la Analecta Bollandiana (vol. xu, 1893, pp. 333-352), bajo el título de La Vierge aux Sept Glaives, escrito para rebatir el absurdo intento del folklorista H. Gaidoz para relacionar la devoción con un rollo manuscrito que se encuentra en el Museo Británico. El rollo está ilustrado con una representación de la diosa asiria Istar, en torno a la cual hay una especie de panoplia en la que se ven siete armas. La coincidencia no tiene nada de extraordinario y no existe el menor indicio que sugiera un vínculo entre la diosa asiria y la devoción occidental de época muy posterior. Sabemos con certeza que en la Edad Media se reconocían los «cinco gozos» y poco tiempo después, se estableció el número de siete dolores específicos de Nuestra Señora. Además, antes de que se estableciera ese acuerdo, hubo devoción por «nueve gozos», «quince dolores», y hasta «veintisiete dolores».
Ver S. Beissel, Geschichte der Verehrung Marías in Deutschland, vol. I ( 1909), pp. 404-413; sobre la conmemoración litúrgica, ver el vol. II de la misma obra (1910), pp. 364-367. Pueden obtenerse otras informaciones sobre la manera como se observaba esta festividad en el pasado en la obra de Holweck, Calendarium Liturgicum Festorum (1925) . A pesar de que en la época de Benedicto XIV la celebración era muy nueva, una comisión de aquel Papa abogaba por la eliminación de esta fiesta del calendario.